martes, 19 de octubre de 2010

La Escuela De Bellas Artes de Quito


Para el presidente García Moreno la instalación de la educación pública en distintos niveles y categorías fue una política de estado. En este contexto, el desarrollo de las ciencias y las artes es visto como el cimiento de cualquier nación moderna.
Por eso, a lo largo de la segunda mitad del Siglo XIX, ya sea desde iniciativas privadas o esfuerzos gubernamentales se buscará establecer instituciones de formación artística. Aunque durante este período lo que tenemos es, más que nada, esfuerzos iniciales; todos ellos demuestran que el modelo a seguir era el de la academia de bellas artes, especialmente la italiana.


Para enseñanza de la Pintura y Escultura inauguró en mayo de 1872 la Escuela de Bellas Artes, bajo la dirección del pintor Luis Cadena, recientemente venido de Italia. La finalidad de esta nueva institución era conservar los tesoros artísticos que encerraban las iglesias y conventos y reanudar la tradición quiteña de los maestros de taller. Para dar continuidad a este proyecto envió de becarios a Italia a Juan Manosalvas y Rafael Salas con la consigna de que integraran a su vuelta el cuerpo del profesorado de pintura. Para Maestro de escultura comprometió al escultor español Juan González y Jiménez, domiciliado en Roma.
Consecuente con su plan de educación total del país, el Presidente inauguró el 1.º de marzo de 1872 el Protectorado o Escuela de Artes y Oficios, destinado a la clase del pueblo. Para dirigirlos contrató en Norte América al hermano Conald, de los Protectorados Católicos de aquella nación, quien trajo consigo varios artesanos especializados en diversas profesiones técnicas.


Y así continuará siendo una vez que se funde la Escuela de Bellas Artes en Quito en 1904 y se llegue a establecer la educación artística de modo permanente.
Lo cierto es que la escuela de artes y oficios y la academia de bellas artes tenían funciones muy distintas. A la escuela de artes y oficios aparece en Europa como institución moderna después de la revolución industrial como respuesta a la necesidad de formar al obrero industrial tanto en educación básica como técnica y la de introducirlo a los principios del diseño y de la estética. Como frecuentemente el obrero no había recibido instrucción básica, esta institución estaba pensada también para suplir esos vacíos y así se la concebía como una escuela para adultos. En el Ecuador del Siglo XIX, cuando la industrialización era incipiente y más que nada una aspiración de quienes diseñaban un modelo de estado moderno, la confusión entre este tipo de instituciones era comprensible.
 

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